martes, 1 de septiembre de 2015

¿Educación y emoción?



Hace unos días, un grupo de la Alianza Rebelde del mundo de la Educación me incluyó en una conversación en la que se hablaba de la importancia de trabajar las emociones en el aula (o al menos eso fue lo que entendí). Personalmente llevo ya la friolera de 5 años sin dar clase, pero considero que si los adultos en general no sabemos gestionar nuestras emociones para "ser felices" (para mí, el principal objetivo en la vida) o afrontar la adversidad, es probable que sea porque no nos han enseñado antes. Y no me refiero a nuestros docentes, que en mi caso, bastante hicieron con sacar algo productivo con lo que en muchas ocasiones era un comportamiento disruptivo, sino a nuestras familias, amigos, vecinos y en resumen... a toda nuestra comunidad en general; una comunidad (valga la redundancia) que sigue mirando con cierto prejuicio a aquellas personas que buscan ayuda psicológica, cuando en muchas ocasiones, esas personas están "menos locas" o son más conscientes  de la realidad que aquellas que las juzgan.

Pienso que todo esto es para contarlo con un detenimiento que en estos momentos no quiero tener, pero creo que es una buena oportunidad para parar un momento, reflexionar sobre el malestar (ya lo dijo antaño Esteve) que azota a gran parte de la población en general y del profesorado en particular, y considerar que la mejor forma de que en un futuro tengamos personas que sepan buscar el equilibrio, es plantar desde ya la semilla en nuestro alumnado. Mientras tanto, y para no quedarnos de brazos cruzados, como adultos podemos ir poniendo en práctica aquellas técnicas, herramientas o procedimientos que puedan ayudarnos a extraer la luz de un mundo aparentemente cargado de oscuridad, y de camino dar ejemplo a las futuras generaciones (como dice Carmen Caparrós).
Los problemas y la adversidad en general siempre van a estar ahí, pero podemos decidir cómo recibirlos y afrontarlos. 

Para nosotros no es tarde. En absoluto. Pero tenemos un compromiso con nuestros compañeros y sobre todo, con las futuras generaciones, así que mientras antes empecemos a tomar conciencia de la importancia de la educación emocional (o como queramos llamarlo) en el sistema educativo, antes comenzaremos a lidiar con el Lado Oscuro.

Para terminar, me gustaría compartir que sé que puedo dar mucho más de mí en esta temática, y que es probable que en esta ocasión mis palabras no hayan sido todo lo frescas u originales que podrían ser, pero es quizá porque inconscientemente considero esta entrada un pequeño aperitivo de un gran manjar que pueda concluir con un delicioso postre al sumarse con el trabajo de guerreros/as legendarios/as como José Luís Castillo, Carmen Caparrós, Trini Martínez, Mayte Tuki o Montse Mendoza.

Que La Fuerza nos acompañe.

3 comentarios:

  1. Creo que la principal palabra es "compromiso". Con esas generaciones que vienen. Es por lo que se nos paga, es lo que nos hace estar orgullosos de ser docentes. Y hoy ese compromiso pasa por mirar las emociones. A mí, por lo menos, me ha llegado ese momento. Contigo y con toda la gente que quiera, amigo. ¡Abrazo!

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  2. Estoy completamente de acuerdo contigo Pepe y es algo a lo que no damos demasiada importancia hoy en día... En mi experiencia como asesor fiscal se que son cosas imprescindibles para mejorar como empresa y como individuos

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